Mi vida
Retírame las palabras. Retírame los recuerdos. Retírame todo menos el porvenir. Menos mañana. Menos después. Menos seremos. Retírame el simulacro de la razón.
La habitación: la puerta negra con el mango dorado, siempre de par en par; la ventana donde el mismísimo sol ha nacido, dos visillos, mi madre que volverá y volverá y volverá desde sus piernas de mil edades, y yo de pie: núbil, deslumbrante y sin escribir. Mi cuerpo terso porque aún en él no se arrugaron ni la mentira ni la verdad; ¿mi cuaderno?, una pluma que perfumaba la habitación, y los colores organizados entre las comas y los acentos. Y son las 12 de la mañana, y una vez y otra vez vuelven a ser las 12. Nadie se va desde las 12 de la mañana y los visillos se mueven con suavidad cada vez que yo salto del escalón del pasillo a donde, núbil y deslumbrante, llevo un vestido de tul con un velo de rosas. Ya soy un árbol gigante que giro desde mi boca con sus dos manos aquellas, ¿te acordarás? Yo escribo desde mi boca que escucha las 12 de la mañana que voy a ser.
Pilar García Puerta
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